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martes, 16 de julio de 2013

La crisis económico-política en Egipto

Decididamente Egipto, el bastión estadounidense en el Medio Oriente, esta atravesando una de las crisis políticas y económicas más profundas de su historia moderna y tanto Washington como sus aliados hacen todo lo posible por salvarlo.

Resulta que a pesar de que el ejército egipcio derrocó al presidente Mohamed Mursi, elegido democráticamente, Estados Unidos no lo ha condenado y ni tan siquiera ha criticado la violencia de los militares que han arremetido contra las manifestaciones pacíficas que reclaman la restitución del mandatario y que han dejado cerca de un centenar de civiles muertos y una cifra superior de heridos.

La Unión Europea y la OTAN eludieron calificar el golpe de Estado y solo urgieron a la rápida restauración de un gobierno civil.

La razón fundamental es que Egipto ha sido el principal aliado árabe de Washington desde hace más de 40 años, por lo que recibe de la Casa Blanca una ayuda militar de 1 300 millones de dólares anuales y la ley estadounidense prohíbe extender asistencia financiera a cualquier gobierno surgido de un golpe de Estado. 
 
Además, el ejército, entrenado por sus pares norteamericanos, ha obtenido en los últimos 30 años, 60 000 millones de dólares para la compra de armamentos como aviones caza bombarderos F-16, misiles Patriot o tanques M1A1 Abrams lo que sobrepasa las posibilidades financieras de El Cairo pero que han sido recompensado con rebajas de esa deuda por Washington debido a su apoyo a la guerra contra Irak o por la firma de los acuerdos de Camp David que significaron la ruptura de la unidad árabe contra Israel. 
 
A pesar de esas dádivas, la economía atraviesa por una tremenda crisis que abarca a casi la totalidad de la población, con un desempleo oficial del 13,2 % que según datos de opositoras sobrepasa el 20 % de la población económicamente activa. 
 
Los índices negativos continúan aumentando en proyección vertical y a finales de 2012, uno de cada cuatro personas de los 84 millones de sus habitantes, se hallaba por debajo del umbral de pobreza y sobrevivían gracias al trigo subvencionado.

Tanto el Instituto estadounidense Stratfor como el analista del gabinete del consejo francés Agritel, Sébastien Poncelet, estiman que las dificultades de Egipto van más allá de los problemas políticos actuales.

El Banco Central egipcio a finales del pasado junio, no tenía más que 14 900 millones de dólares de reservas de cambio (contra 36 000 al comienzo de 2011), los cuales solo les sirven para pagar tres meses de importaciones del trigo o hidrocarburos.

Los cortes a la electricidad se han convertido en cosa cotidiana en cualquier ciudad del país donde además escasea la gasolina, que ha alcanzado altos precios.

Con el revuelo creado por la crisis, fue devaluada la moneda lo cual ha encarecido el precio de los productos básicos y es otra preocupación para la población.

Los sistemas de educación y atención sanitaria cada día son más deficientes, o con costos inalcanzables para muchas personas, pese a que aun el gobierno mantiene subvencionados varios productos básicos.

Desde que a principios de 2011, la crisis política se acrecentó cuando las fuerzas de seguridad bajo el mandato del Consejo Supremo militar arremetieron contra las manifestaciones populares con saldo de decenas de muertos y heridos y más de 12 000 civiles juzgados en tribunales castrenses, su principal entrada de divisas, el turismo, ha ido cayendo constantemente. Ya muchos potenciales turistas no quieren observar las imponentes y milenarias pirámides egipcias por el alto grado de peligrosidad que representa viajar a ese país. 
 
Tras del golpe de Estado contra Mursi, las monarquías del Golfo otorgaron una millonaria ayuda financiera al régimen militar para tratar de paliar los problemas económicos.
Como una soga que tratar de salvar a alguien a punto de ahogarse, Arabia Saudita entregó 5 000 millones de dólares, Kuwait 4 000 y Emiratos Árabes, 3 000 millones. Meses antes, Catar había enviado 5 000 millones.

Para el analista financiero Andrew Cunningham, esa inyección de fondos no es una solución a largo plazo sino solo parches momentáneos para una economía desgarrada y una nación políticamente herida de gravedad.

De todas formas, los fondos de auxilio servirán a los golpistas para adquirir productos básicos y combustibles que permitan aminorar el malestar general de la población.
Claro, si al final se lleva a cabo un acuerdo pendiente desde hace dos años con el Fondo Monetario Internacional (FMI) mediante el cual, Egipto recibirá 4 800 millones de dólares, la situación económica interna continuaría caldeándose.

Ese convenio, en el que han manifestado su interés los militares en el poder y algunos de los funcionarios que podrían ocupar cargos en el futuro régimen, conllevaría a aceptar férreas medidas de austeridad en los servicios públicos, las cuales fueron rechazadas por el gobierno de Mursi.

Al concierto occidental de no condenar el golpe de Estado, se unieron también los esfuerzos que realiza el enviado especial de la Unión Europea en Medio Oriente, el ex primer ministro inglés, Tony Blair, quien junto con el ex presidente estadounidense George Bush, organizó la invasión y ocupación de Irak en 2003.

“La democracia por sí sola no significa un gobierno efectivo, y en Egipto quedaban dos opciones: “intervención o caos. Traer la estabilidad a Oriente Medio no es tarea de nadie más, sino nuestra”, afirmó en un artículo en el diario The Guardian. 
 
“Deberíamos comprometernos con el nuevo poder de facto y ayudar al nuevo gobierno a llevar a cabo los cambios necesarios, especialmente en materia económica”, puntualizó.
Los comentarios sobran, hay que salvar a uno de los mejores aliados de Occidente de cualquier forma.

Por: Hedelberto López Blanch
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